miércoles, 27 de agosto de 2014

CRÓNICA LA AVENTURA EN LA CANTINA DE MI BARRIO

CRÓNICA LA AVENTURA EN LA CANTINA DE MI BARRIO

Eran más de las siete de la noche cuando mi primo me pidió que lo llevará a la cantina de mi barrio ya que estaba entusado. – Más que yo no creo, le dije. Mi primo era un machista de línea dura, ingeniero de petróleos recién graduado de la UIS, de esos que se sienten ofendidos con la sola mención de la frase sexo débil. 

Tenía tanta pedantería y arrogancia en cuanto a expresar sus sentimientos como yo –que estudiaba Literatura- sentido poético. Bueno, insistió, vamos a tomar a la cantina. Me pasó la chequera.

La noche en Bucaramanga estaba lluviosa y hacía mucho frío así que me puse un buzo y llevé mi sombrilla. Mi primo ni me miraba, tenía los ojos llorosos. Cuidado no vayas a dejar la cédula por si la piden, me dijo cuando salía. Yo lo miré rayado. A ver si captaba que el chiste no me hacía la menor gracia.

La cantina Bucara era un pequeño local de los vecinos de la esquina de mi barrio y le decían “Bucara” porque sus dueños eran hinchas del Bucaramanga, tenían hasta pintadas las paredes con el logo del equipo. La cantina era muy sencilla pero tenía un buen sonido estratégicamente colocado al interior para no molestar tanto con el ruido.    

Naturalmente yo a diferencia de mi primo no tenía tantas ganas de entrar a ese lugar. Nada de eso, dijo mi primo, que por su agitado corazón, vamos a entrar y punto.  

Desde el primer momento, mi primo puso los ojos en la botella de tequila. A cada rato me repetía –es con limón y sal-. Mi primo pidió la botella de tequila y empezó a beberla copa a copa, yo pedí una michelada.  

Eran ya las nueve de la noche cuando los otros clientes del lugar empezaron a pedir canciones, a saber rancheras y baladas, sonaron canciones de Marco Antonio Solis, Juan Gabriel, y, por supuesto, de Vicente Fernández. A mí la verdad, poco me gustaba esa música pero a mi primo como que lo enloquecía aún más. 

Desde que empezaron a sonar las canciones de Vicente Fernández, mi primo se fue poniendo más sentimental, yo solté una pequeña carcajada. Qué, me dijo. Yo había vuelto la cara hacia el otro lado. Qué insistió. No puedo creer que no te des cuenta. De qué, se impaciento. Siempre sarcástico. En vez de responder a la pregunta, yo elaboré otra. Explícame una cosa primo ¿por qué o por quién estas así?

La pregunta le calo hasta los huesos y no abrió la boca solamente hasta que empezó a sonar una bella melodía… la famosa canción Cantina de mi barrio del cantante mexicano Vicente Fernández:
Cantina de mi barrio, refugio del perdido, donde noche tras noche, mis penas te conté, recordando el pasado, viviendo del presente, esperando el futuro, a ver que nos traía. Te sabes del principio la historia de mi vida y sabes del motivo por lo que me perdí cantina de mi vida, cantina de mi alma, cantina de mi barrio que nunca olvidaré.

Supiste una vez, llore por un amor, y vine aquí contigo, supiste mi pasión, curaste mi dolor, con tres copas de vino, cantina de mi barrio, refugio del perdido, en esta noche triste me voy pa’ no volver, cantina de mi vida, cantina de mi alma, cantina de mi barrio, que nunca olvidaré, supiste que una vez, llore por un amor y vine aquí. Supiste una vez, llore por un amor, y vine aquí contigo, supiste mi pasión, curaste mi dolor, con tres copas de vino, refugio del perdido. En esta noche triste, me voy pa’no volver, cantina de mi vida, cantina de mi alma, cantina de mi barrio que nunca olvidaré…

Después de escuchar esta nostálgica canción acabamos saliendo de la cantina. Un poco borrachos, con la ropa desordenada, sin noción de la hora, sin rumbo fijo, envueltos en olor a cigarrillo, mi primo se veía un poco más alegre, aliviado y de mejor semblante. Le di un beso, le dije que encontraría un plan para distraernos. Él me preguntó si me había divertido con el show de su despecho. Por toda respuesta sonreí.

De vuelta en casa, le dije a mi primo que lo había entendido perfectamente. Miré a mi primo y me despedí con un gesto. Mi primo me siguió al corredor. ¿Hablamos mañana?, me pregunto ansioso. Me le acerqué. Me produjo un fuerte impulso, una leve disposición a dejarme llevar. Primo, hombre, le dije poniéndole la mano en el hombro, lo que pasó esta noche estuvo bien, pero mejor hablamos mañana.

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