CRÓNICA DE CÓMO EMPECÉ
A SALIR CON MI PRIMER GRAN AMOR por Laura Vanessa Olave Mendez
DICEN QUE HAY AMORES
que se nunca se olvidan, que son como el vino que mejora con los años, pero me
temo que existen desde que un hombre y una mujer se enamoraron por primera vez,
o mejor, desde que hubo el flechazo de ese chiquillo travieso llamado Cupido. Muchos
recuerdos agridulces invaden la mente que aún después de tantos años perviven
en mí, aquí sola en mi habitación tomándome una buena copa de vino Rosé chileno
intento recordar aquella mañana donde todo empezó…
Esa mañana hacía calor,
pero en la cancha, bajo el sol de una mañana radiante hacía una calidez
mientras jugábamos al baloncesto. Las cuestiones del corazón brotan cuando uno
menos se lo espera, así es la vida, cuando uno menos quiere más rápido se dan
las cosas. Nada es más difícil que una plática sobre el primer amor. Y me di
cuenta de eso al ver una foto, yo veía muchos matices de mí que ya no estaban,
sin duda, pero ahora, años después sé que viví un primer amor muy
tormentoso
Me inicié en el mundo
del amor cuando acepté a un chico que empezaba también los estudios en la UIS,
él estaba en un universo totalmente distinto al mío, estudiaba ingeniería de
petróleos pero le encantaba la lectura. ¿Qué hice para evitar esto del amor? De
todo pero no funcionó. Esa mañana empezó la historia de amor, amor pasional e
intenso.
A partir de ahí todo
pasa rápido. Entre los miedos y la angustia no me doy cuenta de nada. Después
de 20 minutos de conversación intercambiamos números de celular – que por esa
época gracias a Dios no había ni PIN ni WhatsApp- y acordamos nuestra primera
cita. La primera cita es lo que es nervios a flor de piel, él fue muy simpático
y puntual, la verdad; en parte porque es su naturaleza, en parte porque yo no
lo fui.
Recuerdo que aquella
tarde llegué casi 15 minutos –la verdad es la puntualidad nunca ha sido el
fuerte de mi seducción- y él me dijo –oye llegas tarde 15 minutos, estaba
enfrente del colegio mirando el reloj- yo simplemente me reí y le dije que
entráramos. Nuestra primera cita fue en el colegio La Salle para las anuales Interclases
a la cuales yo asistía por invitación de un primo mío.
En la rapidez del
momento, y no me pregunté por qué, me sentí muy bien al estar al lado de él, se
sentía en el aire una química muy especial, eso muy rara vez pasa cuando uno se
siente confortable porque la verdad desde que recuerdo nunca he querido saber
qué me depara el destino, ni creo en nada que pueda ir en contra de él, quizá porque
en la lectura he encontrado la herramienta más eficaz para contrarrestar esas
ansías de conocer el futuro.
Son pocas las personas
que marcan y desde esa tarde todo empezó a fluir para él y para mí. El
atardecer fue lento y, más al mirar aquellos bailes y coreografías. Entre
tiempo y tiempo, fui a saludar a mi primo, pero el centro de toda mi atención
era mi chico. Más tarde nos sentamos en unas escaleras apartados de todo el
mundo porque empezó a lloviznar y ya estábamos cansados. Él se me acerco y me
susurró al odio -¿quieres que hablemos? A lo que yo contesté sigilosamente:
-claro quiero saber más de ti- él tímidamente sonrió.
Una de las cosas que
más me gusto de mi primer novio era que me hacía reír mucho –demasiado diría
yo- a tal punto que su humor sarcástico me erotizaba. Después de casi 20
minutos empezamos poco a poco a acercarnos, de hecho, cada vez más, hasta que
empezó a llover cada vez más fuerte. Yo fui quien decidí tomar la iniciativa ya
qué él siempre fue tímido -aunque en el fondo es como una combustión volcánica-
me recosté en su brazo ya que hacía frío y él como el caballero que siempre fue
me abrazó fuertemente.
No sé cuánto tiempo
paso pero nos quedamos hasta que ya era de noche y empezó el espectáculo de
motos y luces en la cancha central del colegio y la coreografía de despedida.
En medio del ruido él se me acerco varias veces e intento tímidamente rozarme
con sus manos mis manos e incluso me dijo la típica pregunta -¿te sientes
bien?- yo le respondí –sí- quedándome en silencio, como dice que el silencio
otorga.
Después de muchas
horas, el cansancio y el hambre, pero sobre todo la ansiedad vivida hizo que
decidiéramos irnos, nos fuimos caminando hasta mi casa. Nos despedimos
tranquilamente en la puerta de mi casa. Desde la aquella primera salida, me lo
encontraba en todas partes en la universidad. En el paradero del bus, en la
cafetería, cuando salía a caminar y
nuestros horarios habían empezado a coincidir curiosamente lo cual hizo que las
sensaciones y el ‘felling’ entre yo la licenciada y el petrolero comenzará a
surgir intensamente.
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